lunes, 25 de mayo de 2009

Impresiones agridulces, sentimientos encontrados un poco de rabia.... y una grata sorpresa.

Ecuapop no podía acabar el curso sin proyectarse en Onda, de nuevo. Tras el estreno en la Cassola y la visita a la Secció del IES Serra d'Espadà, le tocaba al Instituto "mater" de este último, que además, es mi lugar de trabajo, el IES Serra d'Espadà. Precisamente por ser mi lugar de trabajo, quise poner especial interés en que el alumnado que viera el documental lo hiciera en las mejores condiciones. Tras un primer intento (en enero) en algunas clases de 3º de ESO por parte de algunos tutores, entre los que me incluyo, me cuestioné la estrategia. Digo "intento" porque en mi tutoría, la actividad nació gafada desde el principio: elegí el formato televisión y DVD y resultó una calidad de audio nefasta; elegí alargar la preparación con el dossier y mis alumnos perdieron el interés; elegí hacer pausas en la proyección para explicar y hacer algún que otro comentario y conseguí encender los ánimos de aquellos más críticos con la inmigración, de forma que solo vimos el documental a trozos. Para acabar de arreglarlo, caí enfermo y estuve 15 días de baja, con lo que el final de la historia de Cristian llegó casi un mes después de empezar.... Resulta irónico comprobar cómo la peor experiencia con Ecuapop se dio cuando el único responsable de la misma era el propio codirector.....

Por todo esto, decidí hablar con Pepe Seco, nuestro solícito y esforzado orientador, para diseñar algo mejor para 1º de Bachillerato. Decidimos hacer 4 proyecciones, una por curso, que duraran dos sesiones como máximo. Los tutores se encargarían de la primera y yo de la segunda. Organizativamente, hemos triunfado. Además, las proyecciones se hicieron en su mayoría en un salón de actos con buen audio y mejor imagen.

¿Qué ocurrió en los coloquios? Cosas esperadas y alguna que otra sorpresa.

Esperaba tensión en una clase (advertido por su tutora) y encontré mucho interés en la proyección; unas 8 personas en esta clase son rumanas, y éstas quisieron compartir sus sentimientos, que eran muy similares a los de Cristian. Con ellas charlé al finalizar la clase y me demostraron cómo verdaderamente vivir una experiencia como esta te hace madurar antes. Pocos autóctonos hacen gala de esa claridad de ideas... ¿o sí?

Esperaba un coloquio relajado en la siguiente clase (acababamos de proyectar Ecuapop en la UJI con muy buen sabor de boca) y tuve uno encendido. Dos chicas prendieron la mecha de la intransigencia y cruzaron la frontera de la corrección (me refiero a la de la educación, no a la política) y se recitó casi entero el decálogo del buen "anti-inmigrante": nos quitan el trabajo, roban, reciben más ayudas que nosotros, etc. Es verdad que hacia el final, dos estudiantes rebatieron con corrección esas opiniones, pero yo me atrevo a decir que las otras sonaban más alto, retumbaban en la sala e incluso su eco se mantuvo unos minutos después de marcharse. Simplemente hablan más alto, pero no con más razones. ¿Lo entienden así todos los que callaban? No calló la única inmigrante de la clase, una chica peruana: Pero, no todos somos así! (les suena)

Acto seguido entraba otro curso en la sala de proyección. Esperaba más de lo mismo y tuve una grata sorpresa. Venía siendo habitual que, tras el documental y unas breves palabras de los directores, las primeras manos que se alzasen fuesen personas poco dispuestas a debatir, y sí a imponer, en voz alta, sus ideas sobre la inmigración (véase decálogo unas líneas más arriba), por eso, cuando la chica alzó la suya, me temí una chispa similar a la de la clase anterior. Cuál no fue mi sorpresa al comprobar que esta chica "española pero inmigrante" (según sus propias palabras) hacía una defensa argumentada de los derechos humanos y de la fraternidad entre todos los hombres y mujeres (todo ello muy educado y sin alzar la voz). Hubo aplausos a su primera, segunda y hasta tercera intervención. Yo le di la enhorabuena y me quedé con la duda de si los aplausos eran de aprobación a sus razones o de simple reconocimiento al atrevimiento de la compañera. Nadie más habló, por eso me quedó la duda...

Ya no esperaba mucho de la última clase y poco recibí. La única clase en toda la andadura de Ecuapop este curso en la que ni una sola persona había nacido fuera de España y mi sensación fue como la de un físico nuclear dando una charla en una convención de charcuteros. Creo firmemente que necesitamos el contacto con las minorías para sentir un mínimo interés por aquello que es ajeno a nosotros, y aquí, la minoría inmigrante no estaba presente.

En Onda sentimos en muchas ocasiones lo que podría denominarse un enorme vacío de compromiso. Si hemos sido capaces de construir una sociedad que aparentemente repudia, denuncia y persigue actitudes como los comportamientos machistas, homofóbicos o racistas sin vacilaciones, por qué cuando vamos a Onda parece que las opiniones de los intolerantes acudan en nuestra búsqueda, los prejuicios dan la impresión de estar cada vez más extendidos o las opiniones sin fundamento cimentadas en la mentira se instalan cada vez con más solidez. Y eso nos preocupa. No podemos comprender cómo hemos llegado a este punto. No hay que olvidar que este documental nació en Onda, debido a la situación social que percibimos allí. Nuestro compromiso era primero con esa sociedad, la más próxima a nuestras vidas, con el convencimiento de que debíamos hacer uso de esa pequeña parcela de poder que cada uno tiene para crear algo positivo, para sembrar y no destruir, para convencer con la palabra y no con la fuerza.

Queremos creer que ha servido para algo.

No hay comentarios: